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Profundiza en el misterio infinito de Dios a través de sus revelaciones. Día 25 la Reina del Cielo_Luisa Picarreta

La Reina del Cielo en el reino de la Divina Voluntad. Nazaret, símbolo y realidad del reino del Fiat Divino. Vida oculta. La depositaria. Fuente y canal perenne de los bienes de Jesús. Visita al templo. María, modelo de oración. Extravío de Jesús. Alegrías y dolores.

SoraMois

5/25/20257 min read

🌟 Día Vigésimo quinto

Título: La Reina del Cielo en el reino de la Divina Voluntad.

Nazaret, símbolo y realidad del reino del Fiat Divino. Vida oculta. La depositaria. Fuente y canal perenne de los bienes de Jesús. Visita al templo. María, modelo de oración. Extravío de Jesús. Alegrías y dolores.
📘 La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad

🌸 Introducción

Nazaret fue un verdadero paraíso oculto. En la pequeñez de una vida sencilla, la Sagrada Familia vivió plenamente en la Divina Voluntad. Cada acto, oración, silencio y dolor fue semilla de gloria y canal de redención. Hoy, la Reina del Cielo nos revela el tesoro escondido de su hogar, la entrega total de su corazón y la pedagogía divina del Fiat.

✨ Lección de la Reina del Cielo

Ahora, tú debes saber que la pequeña casa de Nazaret, para tu Mamá, para el querido y dulce Jesús y para san José, era un paraíso. Mi querido Hijo, siendo Verbo Eterno, poseía en Sí mismo, por virtud propia, la Divina Voluntad, y en aquella pequeña Humanidad residían mares inmensos de luz, de santidad, de alegrías y de bellezas infinitas, y Yo poseía por gracia el Querer Divino, y si bien Yo no podía abrazar la inmensidad como el amado Jesús, porque Él era Dios y Hombre, y Yo era siempre su criatura finita, pero con todo y esto el Fiat Divino me llenó tanto, que había formado sus mares de luz, de santidad, de amor, de bellezas y de felicidad, y era tanta la luz, el amor, y todo lo que puede poseer un Querer Divino que salía de Nosotros, que san José quedaba eclipsado, inundado y vivía de nuestros reflejos. En esta casa de Nazaret estaba en pleno vigor el reino de la Divina Voluntad. Cada pequeño acto nuestro, esto es: el trabajo, el encender el fuego, el preparar el alimento, estaban todos animados por el Querer Supremo y formados sobre la solidez de la santidad del puro amor.

Escúchame, en esta casa de Nazaret fue formado en tu Mamá y en la Humanidad de mi Hijo el reino de la Divina Voluntad, para hacer don de él a la familia humana cuando se hubieran dispuesto a recibir el bien de este reino. Y si bien mi Hijo era Rey y Yo Reina, pero éramos Rey y Reina sin pueblo; nuestro reino, si bien podía encerrar a todos y dar vida a todos, estaba desierto, porque se requería primero la Redención para preparar y disponer al hombre a venir a este reino tan santo.

Ahora escucha, otro don de amor que en esta casa de Nazaret me hizo mi querido Jesús: Él me hizo depositaria de toda su Vida. Dios cuando hace una obra no la deja suspendida, ni en el vacío, sino que busca siempre una criatura donde poder encerrar y apoyar toda su obra, de otra manera habría peligro de que Dios expusiera sus obras a la inutilidad, lo que no puede ser. Por eso mi querido Jesús ponía en Mí sus obras, sus palabras, sus penas, todo, hasta el respiro depositaba en su Mamá, y cuando retirados en nuestra habitacioncita, Él tomaba su dulce hablar y me narraba todos los Evangelios que debía predicar al pueblo, los sacramentos que debía instituir, todo me confió, y poniendo todo en Mí me constituía canal y fuente perenne, porque de Mí debía salir su Vida y todos sus bienes a favor de todas las criaturas. ¡Oh! cómo me sentía rica y feliz al sentir que ponía en Mí todo lo que hacía mi querido Hijo Jesús. El Querer Divino, que reinaba en Mí, me daba el espacio para poder recibir todo, y Jesús recibía de su Mamá la correspondencia del amor, de la gloria por la gran obra de la Redención.

Ahora, si hicieras siempre la Divina Voluntad y jamás la tuya, y vivieras en Ella, Yo, tu Mamá, haré el depósito de todos los bienes de mi Hijo en tu alma, ¡Oh! cómo te sentirás afortunada, tendrás una Vida Divina a tu disposición, que todo te dará, y Yo, haciéndote de verdadera Mamá, me pondré en guardia a fin de que esta Vida crezca en ti y forme en ti el reino de la Divina Voluntad.

Apenas había alcanzado la edad de doce años, cuando fuimos según la usanza a Jerusalén para la celebración de la Pascua. Nos pusimos en camino, Él, san José y Yo. En Jerusalén nos dirigimos directamente al templo, y habiendo llegado nos postramos con la cara en tierra, adoramos profundamente a Dios y oramos largamente. Nuestra oración era de tal manera fervorosa y recogida, que abría el Cielo, atraía y ataba al celestial Padre, y por eso aceleraba la reconciliación entre Él y los hombres.

Ahora hija mía, te quiero confiar una pena que me tortura, desgraciadamente hay tantos que van a la Iglesia para rogar, pero la plegaria que ellos dirigen a Dios se queda en sus labios, porque su corazón y su mente están lejos de Él. Cuántos van a la iglesia por pura costumbre o para pasar inútilmente el tiempo, estos cierran el Cielo en vez de abrirlo; solamente la plegaria que sale de un alma en la cual reina la Divina Voluntad, obra en modo irresistible sobre el corazón de Dios, ella es tan poderosa de vencerlo y de obtener de Él las máximas gracias. Ten por eso cuidado de vivir en el Divino Querer, y tu Mamá, que te ama, cederá a tu plegaria los derechos de su poderosa intercesión.

Después de haber cumplido nuestro deber en el templo y de haber celebrado la Pascua, nos dispusimos a regresar a Nazaret. En la confusión de la multitud nos perdimos; sin saber lo que había sucedido, sentimos tal espanto y tal dolor que nos quedamos mudos los dos. Quebrantados por el dolor regresamos apresuradamente, preguntando con ansia a cuantos encontrábamos: “¡Ah! díganos si habéis visto a Jesús, nuestro Hijo, porque no podemos vivir sin Él” Y llorando lo describíamos: “Él es todo amable, sus bellos ojos azules resplandecen de luz y hablan al corazón; su voz dulcísima desciende hasta el corazón y endulza todas las amarguras; sus cabellos rizados, y como de oro finísimo lo hacen hermoso, gracioso; todo es majestad, dignidad, santidad en Él; Él es el más bello entre los hijos de los hombres.” Sin embargo, a pesar de nuestra búsqueda ninguno nos supo decir nada, el dolor que sentía se recrudecía en modo tal, que me hacía llorar amargamente y abría a cada instante en mi alma heridas profundas, las cuales me provocaban verdaderos espasmos de muerte.

Hija querida, si Jesús era mi Hijo, Él era también mi Dios, por eso mi dolor fue todo en el orden divino, si el Fiat que poseía no me hubiera sostenido continuamente con su fuerza divina, habría muerto de espanto. Viendo que ninguno nos sabía dar noticias, ansiosa interrogaba a los ángeles que me rodeaban: “Díganme, ¿donde está mi querido Jesús?” En tanto, habiendo resultado vana toda búsqueda, regresamos a Jerusalén, después de tres días de amarguísimos suspiros, de lágrimas, de ansias y de temores, entramos al templo, cuando finalmente, con gozo descubrí a mi Hijo que estaba en medio de los doctores de la ley, Él hablaba con tal sabiduría y majestad, que cuantos lo escuchaban permanecían raptados y sorprendidos; al sólo verlo sentí que me regresaba la vida y rápido comprendí la oculta razón de su extravío.

Y ahora una palabrita a ti, en este misterio mi Hijo quiere darnos a Mí y a ti una enseñanza sublime. ¿Podrías acaso suponer que Él ignorase lo que Yo sufría? Todo lo contrario, mi crudo e intenso dolor se repercutían en su corazón, sin embargo, durante aquellas horas tan penosas, Él sacrificaba a su Divina Voluntad a su propia Mamá, a aquella que Él amaba tanto, para demostrarme cómo también Yo, un día debía sacrificar su misma Vida al Querer Supremo. En esta pena indecible no te olvidé querida mía; pensando que ella te habría servido de ejemplo, la puse a tu disposición, a fin de que también tú pudieras tener, en el momento oportuno, la fuerza de sacrificar toda cosa a la Divina Voluntad. En cuanto Jesús terminó de hablar nos acercamos reverentes a Él, y le dirigimos un dulce reproche: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?” Y Él, con dignidad divina nos respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No saben que Yo he venido al mundo para glorificar a mi Padre?” Habiendo comprendido el alto significado de tal respuesta y habiendo adorado en ella al Querer Divino, regresamos a Nazaret.

Escucha, cuando extravié a mi Jesús, el dolor que sentí fue muy intenso, sin embargo a éste se agrega todavía un segundo, el de tu mismo extravío. Cuando estés a punto de hacer tu voluntad en vez de la de Dios, reflexiona que abandonando al Fiat Divino, estás por extraviar a Jesús y a Mí, y por precipitarte en el reino de las miserias y de los vicios. Mantén tu palabra de no separarte de mí, y te concederé la gracia de no dejarte jamás dominar por tu querer, sino exclusivamente por el Divino.

🕊️ Conclusión espiritual

Nazaret es el hogar donde todo se hacía en Dios y para Dios. María fue la depositaria de los tesoros de Jesús y de su sabiduría, y su ejemplo nos invita a vivir nuestras acciones diarias como sacrificios de amor en la Divina Voluntad. Cuando quieras hacer tu voluntad, recuerda: ahí es donde se extravía a Jesús. Pero cuando se vive en el Fiat, Él nunca se pierde, y tú eres su hogar seguro.
🌼 Florecita del día

Hoy para honrarme vendrás a hacer tres visitas a la casa de Nazaret para honrar a la Sagrada Familia, recitando tres Pater, Ave y Gloria, rogándonos que te admitamos a vivir en medio a Nosotros, y para compadecer el dolor intenso que sentí durante tres días en que permanecí privada de mi Jesús.

💫 Jaculatoria

Jesús, María y José, pónganme a vivir en el reino de la Voluntad de Dios. Mamá santa, haz que yo pierda para siempre mi voluntad, para vivir sólo en el Divino Querer.